De las lenguas a las letras

Por Sandra Salomón Gregorio

Foto: Tomada del blog Alas Tensas

Si bien cuando le pedí hacerle una entrevista se mostró algo reticente y tímida, pues pensó que la filmaría, después de explicarle que solo sería una conversación entre las dos, sonrió, y dijo: ¿cuándo empezamos? Y esta vez, sin miedos ni tapujos, se presentó una mujer conversadora, risueña y sumamente extrovertida.

Así dimos inicio a nuestra tertulia, solo que mi entrevistada había cambiado, ya no era “Leidita”, como cariñosamente la llamo, sino Leidy Vidal García, una de las escritoras más prominentes de la provincia de Ciego de Ávila.

“Nací escritora. Desde que era pequeña tenía la inquietud de compartir lo que pensaba y sentía»

Nacida el  27 de marzo de 1976, en el municipio de Ciego de Ávila, y egresada de la carrera de Letras en la Universidad de La Habana, Leidy ha sabido consagrarse en una profesión que le apasionaba desde sus primeros años de vida.

“Nací escritora. Desde que era pequeña tenía la inquietud de compartir lo que pensaba y sentía. A los nueve años comencé a escribir mis primeros versos y a tomar conciencia de que escribir era lo que quería.

“Era una niña rara. En la escuela, durante los recesos, mientras el resto de los niños iba a jugar al patio, yo iba a leer a la biblioteca, por lo que sufrí mucho acoso escolar, lo que hoy llaman bullying; y que como consecuencia me trajo tristeza y soledad, las que fui sacando en la poesía, incluso en las que corresponden a mi etapa profesional.”  

Pero como todo niño soñaba con ejercer en otras disciplinas, como la Física y la Astronomía, “quería ser astrónoma y escritora”, lo que la llevó a entrar al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas; para luego darse cuenta de que ser astrónoma no era consecuente con su realidad. Entró en una disyuntiva sobre el qué estudiar, Dramaturgia, otro de sus anhelos, o Letras, decidiéndose al final por la última. Aunque el camino para alcanzarla se volvió un poco engorroso.

“La pedí, pero me llegó Lengua alemana. Me fui para La Habana a estudiarla, pero, una vez ahí, me di cuenta de que las lenguas me gustaban para conocerlas, no para ejercerlas. Allí tuve la oportunidad de estar más de cerca la carrera de Letras y decidí que esa era la que quería. Hice la prueba por concurso y así fue como la obtuve.”

A pesar de que considera que esta carrera le brindó muchas herramientas para desarrollar la escritura, por paradojas de la vida, no pudo escribir durante sus años de estudiante. “Fue un choque muy fuerte, estaba acostumbrada a leer lo que me gustaba, pero conocí lo que era la buena literatura y comencé a subestimarme como escritora, y la calidad de mis escritos.”

Vivir en Crisis: El incensto y la literatura. Libro publicado en España por la editorial Guantanamera
Obra publicada en España por la editorial Guantanamera

Sin embargo, el prestigio que ha alcanzado a nivel nacional, e, incluso, internacional, con obras como los poemarios Otra historia interminable, Homo Noctis y Yo soy la omega, entre otros; o sus cuentos y ensayos publicados en antologías de Ediciones Ávila, y en revistas como Videncias (Ciego de  Ávila), Gaviotas de Azogue (España) y Trazo Literario (Argentina); y que le han valido reconocimientos como Premio en Décima en el encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios, 2007; Premio en VII Juegos Florales del Tercer Milenio, Matanzas, 2008; y Primer Accésit del Premio Emilio Ballagas  de Poesía de la revista Caimán Barbudo, 2008; son un claro ejemplo de que no es ninguna improvisada y de que esas comparaciones y críticas autoimpuestas en su juventud contribuyeron a su madurez creativa.

«Confiesa que el género que más le gusta es la narrativa, aunque cree que no es tan buena narradora como poeta…»

Agradece mucho a los espacios de los talleres literarios provinciales, pues desde sus inicios le ayudaron a darle valor a su obra, a enfrentarse a la crítica. Y confiesa que el género que más le gusta es la narrativa, aunque cree que no es tan buena narradora como poeta, que le es más fácil escribir poesía; y su sueño sería precisamente ese, escribir más narrativa y que fuera reconocida.

Leidy, además, se desempeña como correctora del periódico Invasor e imparte un Taller Literario, auspiciado por el Centro Provincial del Libro, sobre crítica y ensayo, al que invita a todos aquellos que estén interesados en escribir o, al menos, entender.

En la Feria Internacional del Libro 2019, que se desarrolló en La Habana, fue una de los escritores que representaron a la provincia. En ella presentó algunos libros de Ediciones Ávila, entre ellos su obra más reciente, Nadie es mi nombre, una antología personal que recoge décimas ya publicadas y otras inéditas.

Cuando se le pregunta sobre metas futuras reitera su deseo de escribir y convertirse en una gran narradora; y de publicar una novela que ya ha concluido.

¿Logrará esta destacada autora ocupar un lugar importante en la narrativa avileña, como ya lo tiene en la poética y el ensayo? Eso, solo el tiempo lo dirá.

Sandra Salomón: Licenciada en Letras (2018) en la Universiad Central "Marta Abreu" de las Villas, Cuba. Le gusta la música y la lectura. Trabaja actualmente como correctora de prensa en el Diario Invasor, Ciego de Ávila.

¿Y esos miedos…? (I parte)

Hace un par de días posteé en mi muro en Facebook una imagen que me confrontaba muchísimo. Creo que todos le tenemos miedo a algo y, en el peor de los casos, a alguien. Los miedos se presentan de muchas maneras. No soy psicóloga para definir qué es el miedo y que lo produce, pero muy bien podría aportar algunos puntos desde mi experiencia. Por ejemplo, siguiendo la lógica de comentarios que llovieron tras la publicación, muchos (unas gran mayoría) afirmó tenerle miedo a una rana, del tamaño que sean. Vean el post.

Creo que los miedos son enseñados por un contexto. Desde pequeña le tuve miedo a la oscuridad. Me provocaba un pavor enorme. Claro está, en mi casa, en mi barrio, los juegos de los adultos hacia los niños se basaban en que si no hacía esto o aquello “te meterían en el cuarto oscuro”, en contraste a ello, tengo algunos recuerdos de la década del ´90 del siglo pasado, cuando el Período Especial en Cuba hacia que luego de las 8:00pm el vecindario se volcara hacia los portales para refrescar y para compartir de esas horas donde solo la luz provenía de la Luna.

Otro de mis miedos, y aquí hago un acto de exorcismo, es a lo extraño. Como casi todos, salir de mi zona de confort me produce algunos temores. ¿Cómo será? ¿Qué habrá allí? ¿Qué veré? Pero a la vez, me produce curiosidad, entonces la curiosidad a veces me lleva a ese “lado nuevo”. ¿De dónde viene ese miedo? No lo sé. Recuerdo cuando tenía 11 años que nos mudamos de nuestra casa a un lugar que ni remotamente conocía, aunque estaba en la misma ciudad. Una casa con mejores condiciones físicas que en la que vivíamos, pero nueva al fin, creo que no dormí bien en un mes.

El ridículo. Mi mayor miedo es quedar en ridículo. Antes creía que no saber algo era malo. Pensaba que si no tenía alguna respuesta en clases quedaría en ridículo. Ilusa yo en pensar de esta manera, obviando el hecho de que todos los días se aprende y que nadie se la sabe toda. Después de muchos años, y por supuesto, habiendo vivido otras experiencias, el ridículo se ha convertido en cenizas. Hoy le temo más a pensar que me la sé toda que a no tener cierto y determinada respuesta.

El miedo individual hace daño, muchísimo. Los miedos frenan y te paralizan. Son como una gran soga que te hala y no deja que el futuro sea más próximo a ti. El miedo es como una maquinaria de mutilar sueños, deseos. El miedo deja que tus potencialidades se “ponchen” sin saber cuál es lo nuevo que está por venir. La agrupación cubana Buena Fe ha compuesto una de las canciones que mejor me han ayudado a pensar en mis miedos y soltarlos. Me queda una pregunta: ¿y los miedos colectivos qué son?

Video Clip. Miedos. Buena Fe/Cuba

Sentarse sobre las sombras

Sentarse sobre las sombras

como quien pide asilo,

como quien está presto a morir.

Las ráfagas son inevitables.

Los nódulos en las paredes, en la sien,

en los acantilados, en la intolerable luz

pude producirte una sed legendaria.

Los excesos hacen que los pezones se endurezcan

El nacimiento es solo el nacimiento:

la verdad, el vecino, el sexo, los mimos, tú, hijo mío…

El nacimiento también puede ser tormentoso.

Sentarse sobre las sombras

como quien vomita lo que piensa.

Procesar la vida es fatiga, inversión interminable.

Ya no importan las ejecuciones.

Temblar es la respuesta a la felicidad.

¿Dónde tu Patria? ¿Demasiado lejos?

La muerte es una ilusión.

Las maquinaciones casi siempre se alejan

de la libertad.

El resplandor logra calmar la ira,

la vanidad de creerse vivo.

Sentarse es un privilegio

CCPC 2, República Light en Ciego de Ávila: lo tuyo es puro teatro

La presentación de la agrupación de teatro El Portazo en Ciego de Ávila nos confirma dos cosas. Primero, el cabaret político como forma de hacer teatro no ha muerto. Segundo, el público avileño necesita más ojos para apreciar y menos garganta para gritar.

Los argumentos están de más cuando la presentación convence. Pedro Franco, director de El Portazo, habla limpiamente, con una serenidad única y detallada sobre el producto que en varias ocasiones le robó el sueño. Las veces que cualquiera de ellos salió a la calle y dijo o dejó de decir; las veces que hicieron las colas interminables del pollo; las otras tantas veces que vieron a su amigo travesti hacer su función en el cabaret de siempre y luego verlo humillado por su “acompañante”;  ver a la pionerita de la cuadra salir para la escuela; ver a la puta hacer el trabajo de todos los días, ver y no dejar de ver. Han sido los motivos para replicar en una pasarela esas vivencias. Convertir a los héroes históricos en vecinos de los otros “héroes cotidianos”.

¿Dónde está la pureza teatral? ¿La República es de todos los que se acercan y trasforman? ¿Trasgredir los símbolos es premisa para el cambio? Pedro Franco y María Laura Germán (directora artística), saben que en el contexto cultural cubano deben-tienen que reinventarse los discursos, atemperarlos a las nuevas maneras de hacer desde el tabloncillo, o el piso, o la pasarela, o cualquier lugar donde la voz del actor dicte un parlamento. Hacer teatro en Cuba es difícil, porque las condiciones materiales siempre alejan lo soñado del producto final. Es difícil, claro, porque las producciones se convierten en procesos creativos junto a los vericuetos del drama. Es difícil, y todos lo saben, pero mucho más difícil es ser creativo y “ellos” son maestros en la cuestión.

Los resultados hablan por sí solos. No son pocos los premios y los aplausos de la crítica especializada a este grupo que con solo 8 años deja un vestigio en las formas y lógicas de pensamientos del teatro más moderno que se hace en las Artes Escénicas cubanas. La propuesta que trajeron a Ciego de Ávila fue laureada en la entrega del Premio Villanueva en este 2019, concedido por la filial de Artes Escénicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

“CCPC 2, República Light, significa la continuidad de ese ´cabaré político´ que en su primera versión sorprendió gratamente a la crítica y al público de todos los lugares donde se presentó. La saludable confluencia de café concert, poesía, danza, mímica, canto y otras manifestaciones escénicas con una fuerte vocación sociocultural (huyendo, sin embargo, del panfleto y el discurso explícito), vuelven por sus fueros en esta segunda parte”, anota al respecto Frank Padrón.

El público, un acto y el chillido del final

No todos los días en Ciego de Ávila la cartelera teatral está llena. Pero en este junio se han querido solventar estos problemas de programación y presupuesto. Más allá del trabajo sistemático de las agrupaciones como el Guiñol Polichinela, Teatro Primero, y D´Morón Teatro, las propuestas no son suficientes como para que el público tenga una cultura de apreciación.

•Sobre las presentaciones de teatro en Ciego de Ávila en el mes de junio. Lea aquí.

Cuban Cooffe by Portazo´s Cooperative La República Light se presenta en el cabaré Bohemio de Ciego de Ávila para decir lo que bien les parece, lo que han construido desde la escena, lo que saben hacer: cabaré político. Es la tercera parte de una saga que lucha y sigue luchando contra los estereotipos. Trabaja desde la semiótica, mostrando no dos ni tres caras, sino una mar de conceptos, interpretaciones y señas del teatro contemporáneo.

Es algo nuevo para el público avileño pero no nada extraño. A escena sale un transformista, canta… vocifera un texto icónico. Camina de aquí para allá. Sale a escena una pionerita, solo la cubre de sus ropas interiores la semifalda roja, irrumpe una activista-federada, también en ropa interior. Pedro Franco comenta a Hasta Reventar que ha sido una solución a falta de recursos. Un señor o varios, no sé ante tanto barullo, gritan en medio de la escena. Podía ser la euforia, la emoción de lo diferente. En el tercer acto esos mismos gritos se convierten en molestia, indisciplina.

Es la función 81 y Adrián Bonilla, María Laura Germán y su director están conscientes de que ha sido una puesta difícil.

¿Por qué?

Estamos en una gira por toda Cuba, y no hemos tenido mucha presencia en el centro del país en los 8 años del Portazo. Y, aunque ha sido hostil la acogida del público y de las instituciones, es un reto enorme enfrentarse a espectadores que, tal vez, no está acostumbrado a un tipo de espectáculo como este: cabaré político. Los auditorios son diversos y no se podría decir malo o bueno. Uno como actor o director sabe cuándo un público está preparado para entender el mensaje que quieres compartirle. No se trata de deconfigurar un parlamento o el montaje, se trata de que el proceso comunicativo no se afecte. Si el público no entiende algo, pues lo volvemos a decir de otra manera. La experiencia en esta ciudad nos ha enseñado y retado.

Debo confesar que a pesar de las vicisitudes para presentar este espectáculo en Ciego de Ávila, lo que sucedió en la puesta fue hermoso. Reconectamos con un segmento poblacional que oscila entre jóvenes y adultos jóvenes. La historia que contamos bebe del teatro bufo, el tradicional y ancla en los íconos diarios, en aquellas vivencias históricas que vivimos y pueden hablar del cubano de a pie.

Presentación de El Portazo en el evento Mayo Teatral

— ¿Cuánto de validez hay en la poética de El Portazo?

—Yo te diría que ninguna. Nosotros no tenemos ninguna verdad. Contamos las historias desde donde nos parece que es Cuba y su gente. Pero somos conscientes de que nada es absoluto. Utilizamos nuestras vivencias, nuestros saberes y los volcamos a escena. Homenajeamos la tradición, la historia, los héroes. Si alguien no entendiera, no entenderá la simiente entonces.

¿Cómo se asume el Portazo en esta Cuba heterogénea y compleja donde se vitorea o silencia desde el arte-teatro?

—Hemos querido hacer cabaré político, porque todo arte es político. Lo de cabaret es una solución para poder romper esa cuarta pared con el público. Hay muchas agrupaciones de teatro que lo hacen de otras maneras. Nosotros hemos decidido que sea de esta. El Portazo es un colectivo de artistas que dice y hace lo que piensa. Que convive en las calles y luego trae esas experiencias a las tablas. Trabaja con el otro, invita y se asume con libertad. La libertad es una responsabilidad que hay que saber llevar. Si te dijera dos palabras fueran libertad y responsabilidad.

—¿Hacia dónde van?

Sobrevivir. Nuestro reto es sobrevivir como grupo y como individuos.

Pedro Franco interrumpe la conversación, saluda a un espectador que lo felicita, me hace un guiño y dice: “lo más importante de todo es que a la gente le quede el alma intranquila”. Sobre la presentación me quedan algunas insatisfacciones, tal vez, sean las de muchos. El espacio de El Bohemio necesita algunos cambios para regresar a su esencia de cabaré. Y el público avileño debería ir más al teatro, puede que en la repetición esté el aprendizaje, la buena cultura.

El verano del diablo, más complicado de lo que parece

Aquella mujer que de casualidad conocí en tierras avileñas, que no paraba de irradiar una luz estremecedora, que fumaba unos criollos exquisitos. Tan escéptica yo, nunca creí que era escritora. Luego me la presentaron. Ahora entendía cuáles eran esas luces que enviaba hacia mi persona, sin querer otra cosa que brindar paz. Rodeada de otros escritores, analizo cada uno de sus movimientos: pelo detrás de la oreja, manos inquietas y reorganizando el peinado (aunque el pelo suelto le asentaba), dedos un tanto amarillos por el tabaquillo que siempre encendía con la mano derecha, nariz con alergias y a veces roja por el estirón, una mirada tierna.

Normalmente la gente suele contar el argumento de los libros que lee, anotando algunos elementos editoriales, o la rebuscada palabra para definir un libro. Resulta que definir un libro es más complicado de lo que parece. Prefiero describir, a duras penas, al escritor.

El verano del diablo fue mi primer libro después de mucho tiempo, anota ella. Pura percepción a priori, trae en sus manos el ejemplar. Pienso que lo va a vender luego de unas lecturas programadas, o de algunas visitas repetidas a la Fontana (cafetería central en Ciego de Ávila). Pero nada, sigue su libro en el bolso, y nadie sabe para quién es. Advierto a distancia que escribe en una de sus páginas, ahora la intriga crece.

Puede que ustedes, queridos lectores, estén ansiosos por saber su nombre, lugar de nacimiento, qué hace, o cualquier otra pregunta medular. Por ahora prefiero que entiendan el por qué digo que un libro es más complicado de lo que parece.

Me acerco un poco más, pregunto algunos detalles, en ese ejercicio de interpelación. Me explica que le gusta la ciudad, pero ha dejado a alguien muy especial esperándola, “el Perro debe extrañarme mucho”. Distraída, respondo sobre esa bonita práctica de tener mascotas aunque a mí no me guste. Ella, risueña y con ojos profundos, me dice que el “Perro” es su esposo. Se hacen llamar ambos cariñosamente así: el Perro y la Perra.

Llega la noche y se abre una invitación a lecturas en el lobby del motel donde nos hospedamos, las intensas lluvias nos atrincheran. Ella, lee un cuento, el de la Serova…, yo atenta, observo su manera de leer. ¿Puede una mujer como esta escribir así? ¿Por qué tanto cinismo, sadismo, oscuridad, intromisión? Y este es el punto a dónde quería llegar.

Este libro es una precipitación de lo desconocido, un verano demasiado asfixiante, pero de una lectura obligada. Hay tanto de perfección en estas palabras, en esta manera de narrar, que difícilmente pueda alguien cerrar sus páginas y marcharse. Suponiendo que lo haga, tendrá que pensar en ello todo el tiempo, y regresar a ver el fin.

Sí, este libro es una descripción del fin, una forma muy particular de anunciar el estallido de la precariedad, de las maldades humanas o, más bien, de las líneas que dividen al ser, del mal y el bien, y de lo que uno es.

Y puede que me pregunten de quién hablo, el porqué de tantas palabras antes del nombre. Creo haber logrado mi objetivo, es que me interesa más el ser que la producción, más la polémica que el discurso. Es esto lo que la autora provoca, es la aproximación a lo que está por ser: Mariela Varona (Holguín, 1964).

Dicho esto, queda la invitación a la lectura, al disfrute, al regocijo permanente de ser lo que debe ser un buen libro, porque, como dije antes, es más complicado de lo que parece.

Nota: Publicado primero en El Caimán Barbudo

Hacerse “grande” cuesta

Foto: Tomada de UnsplashPhotos

No fue un día ni dos ni tres cuando me hice mayor. No fueron solo las circunstancias. No fue una vez ni dos las que aprendí. Hacerse grande cuesta no solo años sino aprendizajes. Hay muchos recuerdos en mi mente, tal vez recuerdos más importantes que estos. Acontecimientos que marcaron un antes y un después, pero fueron en las decisiones cotidianas donde se forjó mi carácter. Les cuento.

Uno: Aquel día los había invitado a todos, a cada uno en particular. Les dije: “vayan a mi casa y les hago cualquier cosa para pasar el tiempo”. Lo primero que se me ocurrió fue hacer café. El trago más famosos entre los cubanos. Yo sabía que debería haber sido amargo y fuerte, al menos, eso pensaba. Ahora entiendo el rostro de ellos cuando les di la taza de café. Las cejas se le levantaron y me dijeron, sin pena alguna: “este es el café más malo que nos hemos podido tomar”. Ilusa yo por pensar que me elogiarían. Nunca antes había hecho café, ni siquiera tenía noción de cómo se preparaba. Lo único que recuerdo es que eché el polvo junto con el agua, y claro está, jamás iba a salir café de allí. Yo solo tenía 13 años, ellos un poquito más. Jugábamos por ese entonces a ser adultos, hablábamos de cosas de adultos.

Dos: Otro día cualquiera, llegué a casa en la mañana y me llevé el nuevo DVD que habían comprado para la escuela. Era la época en que todos escuchaban y veían las producciones de Rebelde, la joven agrupación que era top model de los adolescentes  (juro que a mí no me gustaba ni un poquito). Mis amigas, las de la secundaria vieron el peligro antes que yo, sabían que si mi mamá se enteraba, el castigo sería inmenso. Fue nuestro secreto (a medias, porque me lo sacaban cada 5 min), las primeras enseñanzas para convertirme en adulta. La responsabilidad ante la imprudencia.

Tres: Cuando tenía 14 años empecé a tocar piano en una Iglesia Protestante. Las dinámicas propias de la música y del grupo exigían de mí un doble esfuerzo. Estudiar para las clases y para el piano. No estaba en una escuela de arte, aclaro. Las tareas interminables de Ciencias y Matemáticas eran más interminables que las propias clases donde a veces me queda dormida por haber trasnochado.

Cuando implementaron las tareas extra clases y no-docentes, sentía que no podía cumplir con ello y un día me fugué de la escuela para un ensayo. La música me arrastraba más que cualquier otra cosa, podía hacer grandes sacrificios. Lo hice una y otra vez, hasta un día cuando me evaluaron de Bien, y realmente era Excelente. Las tareas extra clases y no-docentes habían hecho que no me evaluara de manera integral. Aprendí que en las responsabilidades también existen prioridades. Lecciones de vida que aún aplico.

Cuatro: Mi madre debe acordarse de esta frase: “Mami, tengo que darte una noticia”. El 17 de diciembre del 2014 me habían robado la bicicleta del lugar que menos esperaba que pasara. Pero ese no es el punto. Me la habían robado y no sabía que decirle a mi madre que con mucho sacrificio me la había comprado. Llegué sutilmente y me le acerqué. Ella, (todas las madres del mundo) saben cuándo algo anda mal y me dijo: “¡qué pasó!”. Le dije lo que me había pasado y con sus brazos tiernos me abrazó. ¡Es mejor que se roben la bici que no a ti! Aprendí que las personas valen más que las cosas, y que en momentos claves, hay cosas que se van para no volver nunca más.

•Lea aquí otra experiencia de una bloguera

Ahora están en mi memoria para recordarme el camino. Hay otras historias por construir. Creo que uno siempre se está haciendo adulto. No hay manera de virar atrás el tiempo pero si hay maneras —miles— de aprender una y otra vez: La vida es la escuela diaria.